Un momento para cada historia

Hace un par de semanas, yendo al hospital, me puse a reflexionar sobre los tintes de las historias y de la vida. Quería haber escrito algo al respecto al volver a casa, pero cuando llegué, ya no me salían las palabras (y, creedme, no soy de las que se rinden fácilmente). Me dio rabia no haber apuntado nada, no haberme construido una pequeña balsa para meterme de nuevo en esa corriente de pensamiento. Pero ¿qué iba a hacer? Estaba conduciendo por mitad de la carretera. 

He intentado escribir esas mismas ideas sin éxito todos estos días de atrás, así que al final las he dejado marchar. Si de verdad debo contarlas, tarde o temprano volverán a mí (o yo llegaré a ellas). 

A lo largo del día se me ocurren alrededor de diez historias, o por lo menos retazos de ellas. Desecho la mayor parte y otro poco lo desguazo para reutilizarlo en otras historias. Son muy pocas las que llevo al cajón a madurar, y menos aún las que decido escribir al momento.

Por alguna razón que todavía desconozco, llevo poco más de una semana especialmente inspirada, tanto que comienzo a desorganizarme, y eso me preocupa. Me paso el día entre flashes, música que resuena en mi mente y que jamás he oído antes, conversaciones fugaces que se difuminan en el humo del resto de pensamientos, sentimientos de personajes sobre los que aún no he volcado tinta alguna… Sí, me pasa alguna que otra vez, normalmente cuando estoy estresada. Y, cuando eso sucede, dejo lo que esté haciendo, abro el ordenador o un cuaderno y me pongo a escribir. Escribo sin parar, sin tiempo, hasta que vacío todo cuanto llevo dentro. 

Pero estos días, cada vez que he abierto el ordenador, me he quedado en blanco. No es que me esté costando escribir, es que no puedo. Me he bloqueado. Hoy por fin lo he admitido cuando he querido escribir un cuento para un concurso. Tengo decenas de ideas, pero algo me bloquea. Y pensando… pensando… he descubierto que soy yo misma. 

Estoy enfadada. Estoy rabiosa. La razón por la que no me salen las palabras es porque quiero gritar. Quiero gritarle al mundo que me ha decepcionado. Que me duelen las guerras, me desgarran; que me aterra lo que pueda salir de las elecciones en Estados Unidos; que me siento engañada, defraudada, traicionada con el gobierno de mi país; que siento pánico e impotencia al ver que cada vez tenemos menos primaveras y otoños, pero más heladas y sequías. Que no soporto que se quemen los bosques, que se contamine el aire, que se maten inocentes, que se aprovechen de los corazones buenos, que se maltraten animales. Y, sobre todo, que estoy harta… estoy harta del silencio, de no saber hacer nada por cambiar el mundo en el que vivo. 

Sí, estoy inspirada, se me ocurren decenas de historias, pero no puedo escribirlas porque no es su momento. Ahora necesito gritar, chillar… desahogarme. Porque cada historia tiene su momento y este es el mío.

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